sábado, 8 de mayo de 2010

LA RADIACIÓN ADAPTIVA Y EL CABALLITO DE MAR









Los biólogos utilizan el elegante concepto de "radiación adaptativa" cuando encuentran variaciones de un mismo tipo de organismo (o de una misma clase taxonómica, para ser preciso) adaptadas a ambientes diferentes. Un claro ejemplo de radiación adaptativa, es la variedad de colores, tamaños, formas y funciones impresas en los millones de especies de insectos. Una mariposa Morpho no podría confundirse con una hormiga de casa, una abeja común jamás podría ser tomada por un ácaro del polvo, cada uno tiene rasgos propios de su modo de vida, aspecto y comportamiento. Sin embargo, todos ellos son reconocidos como insectos porque comparten un plan estructural casi idéntico: división del cuerpo en cabeza, tronco y abdomen, 6 patas y otras características que probablemente no recordamos desde que pisábamos las aulas.
A veces, la especialización de estructuras de ciertos organismos (dada por la radiación adaptativa) es tal, que nos hace difícil la tarea de conocer a que grupo pertenece un determinado individuo. Este caso se da con el caballito de mar o Hippocampus, un organismo marino que a primera vista se asemeja a la versión acuática de un corcel. No es por casualidad que Aquaman, el superhéroe animado, cabalgara uno de ellos en sus aventuras en el fondo marino (por supuesto, su caballito de mar sufría de una distorsión exagerada de la escala real). A pesar de su peculiar aspecto, los caballitos de mar no son más que peces óseos pertenecientes al grupo de los teleósteos, el más popular y bien representado de todos los grupos de peces.
Cuatro de cada diez personas identificaron correctamente al caballito de mar como un pez.
Casi un tercio de los votantes lo clasificaron como un molusco (grupo que aloja a los caracoles, bivalvos y pulpos entre otros), tal vez por la apariencia frágil y blanda del hipocampo.



Los peces teleósteos son considerados como el arquetipo del "pez exitoso" tanto por biólogos como por los libros de texto, debido a que han sido capaces de colonizar la mayoría de los hábitats acuáticos, ya sea marinos o de agua dulce. La mayor diversidad de especies se encuentra entre este grupo, lo que significa que hay un pez teleósteo para casi cualquier ocasión: peces de mar, de río, de lago, de charco, de superficie, de las profundidades, pueden ser grandes o chicos, depredadores o presas, comunes o exóticos, incluso voladores. En comparación a otros grupos de peces, como el de los tiburones por ejemplo, su ocurrencia es avasalladora.

Un representante curioso de este grupo, es el caballito de mar o hipocampo. Pertenece al orden Mesichthyes, peces con estructuras intermedias entre las formas "primitivas" y las más avanzadas de los teleósteos. Su cuerpo se dispone manera muy poco común. al contrario de la mayoría de los peces que se disponen de manera horizontal, es decir con la cola detrás de la cabeza, el hipocampo tiene el cuerpo erguido verticalmente, asemejando una letra "S". Su cola ha perdido por completo la aleta caudal que sirve a la mayoría de los otros peces para desplazarse. En su lugar tiene una cola prensil dirigida hacia adelante que le permite sujetarse a los tallos de las plantas que forman su hogar (análoga a la cola de un mono). Cuando tiene que nadar utiliza su aleta dorsal para propulsarse. Como es de esperar, no es un buen nadador, pero no tiene que serlo porque su alimento -camarones- no es inteligente y a sus depredadores -otros peces y cangrejos- deben encontrarlo camuflado entre las algas.
El macho más raro del mundo
Los hipocampos tienen una de las estrategias reproductoras más interesantes. Contra la norma, los machos de estas especies se "embarazan". Esto es, reciben una carga de huevos fecundados por parte de la hembra, que es depositada en una bolsa donde serán cuidados por dos o tres semanas (dependiendo de la especie) hasta que la pequeñas crías puedan emerger.
Esta estrategia puede parecernos rara, pero es ecológicamente válida. La evolución definió para la especie este tipo de hábito reproductor, y sin duda alguna funciona. Pero, aunque me gustaría catalogar al caballito de mar macho como el más raro del mundo (eso haría más llamativo este artículo), debo reconocer que la radiación adaptativa en los peces es tan amplia que uno no puede más que etiquetar este caso como poco común. Para probar el punto, basta conocer al pez abisal Photocorynus. La hembra de este género es mucho más grande que el macho y este vive acoplado a su cuerpo indefinidamente por su desproporcionada boca. Su vida se hace parásita y parece que aparte de cumplir con sus tareas reproductoras no tiene mucho más que hacer.
La gran diversidad de especies en el mundo y por ende de las formas de vida, aún escapan a un satisfactorio entendimiento de sus causas. Sea cual fuera él o los mecanismos responsables de crear este escenario, sabemos que es real y que cada una de estas formas juega un rol importante en él. Los caballitos de mar no son más que un elemento del intrincado sistema.

1 comentario: